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Especial
El desborde del río Mapocho

El desborde del río Mapocho

Desde sus orígenes, la ciudad de Santiago ha sufrido periódicas inundaciones producto de las crecidas del río Mapocho ocasionadas por temporales y lluvias intensas. Diversas investigaciones han podido establecer cómo estos sucesos han sido parte de la historia santiaguina, provocando resultados trágicos para muchos de sus habitantes. Aquí presentamos un relato desde la mirada de las y los damnificados.

La sequía actual y los efectos del cambio climático pareciera que nos alejan de estas escenas tan dramáticas, pero la memoria de muchas personas que hicieron sus vidas junto al Mapocho, nos permiten recrear algunos de los momentos en que sus aguas se levantaron con fuerza, inundando y arrasando viviendas y bienes familiares.

En la década de los 80 el Mapocho se manifestó en varias ocasiones y en junio del año 1986 se produjo un desborde que afectó a varias comunas y centenares de personas. En particular, vecinos y vecinas de la Villa Las Lomas y Quinchamalí en Lo Barnechea, ubicadas a orillas del río, vieron cómo sus viviendas y enseres eran arrastrados por sus aguas. Las vecinas Rosalba Sandoval y Rosa Chávez compartieron sus recuerdos y la señora Elisa Rocha Oyarce, a través de algunas fotografías que donó a Memorias del Siglo XX, nos permite visualizar algunas escenas posteriores a la catástrofe.

Inundación de las casas

La señora Rosalba Sandoval perdió su casa y lo mismo les sucedió a otros miembros de su familia, como a su hijo Chito y a su madre que vivían en el mismo sector.

Así recordaba esa madrugada: "empezó un ruido tan feo, que sonaba como que iba agua por debajo de la casa, eran las seis de la mañana. Entonces yo le dije a mi hijo: '¿escuchas ese ruido?' Parece que viniera pasando agua por debajo de la casa". Rosalba vio que el entorno completo estaba lleno de agua, y así se lo hizo ver a su marido Marcelino. Pero aún quedaba lo peor.

Las primeras luces del día permitieron a la gente visualizar que podría venir una crecida que los obligaría a salir de sus casas, muchas veces el río se había desbordado y sus viviendas se habían inundado. Por lo mismo, y con cierta tranquilidad, se prepararon protegiendo algunas de sus pertenencias. Rosalba cuenta cómo la gente ordenaba sus cosas y dejaba algunos de sus bienes más preciados, como máquinas de coser o televisores, en un lugar que creían estaría a resguardo del agua. Ella misma guardó su loza en cajas para cuidarla. Luego, y por indicación de su hijo Chito, salió del lugar con sus hijos más pequeños, nietos y otras personas, para ubicarse en un espacio protegido.

Precisamente, poco después de la partida de Rosalba sobrevino la tragedia que fue presenciada por algunas personas que se quedaron, como fue el caso de su hijo. "No pasaron tres horas, porque la casa se fue así para abajo, y después subió, y después se fue".

En efecto, la percepción inicial de esta vecina no estaba equivocada, la fuerza del río socavó el terreno en el que estaba construida su casa que, horas más tarde, junto con otras siete viviendas aledañas, caería a su caudal.

Rosalba no volvió más a su hogar. Su casa y las demás se perdieron con las aguas del río. "De nosotros eran 8 casas, y de las 8 no quedó ninguna. Y todas las que estaban a la orillita del río… había una señora que hacía pan, ella había pavimentado a la orillita, pavimentó un buen pedazo para poner las máquinas para amasar. Perdió todo".
A pesar de lo sucedido, Rosalba reconoce lo bueno en medio de la tragedia, "menos mal que fue de día, porque si hubiese sido de noche, nos lleva a todos".

Solidaridad y empezar de nuevo

Ante semejante catástrofe, la solidaridad no demoró en llegar. La señora Rosa Chávez, quien vivía muy cerca, comentaba la ayuda inmediata que comenzó a movilizarse: "Yo dejaba mi casa abandoná para ir a ayudar a la gente del otro lado, porque yo gracias a dios vivía acá, donde vivo ahora. Le dije a uno de mis hijos, el Luis, que era muy conocido, trabajaba en la parroquia, así que él era el primerito que iba a ayudar y yo lo seguía de atrás a ayudar. Con mi hija nos dio todo el día, nos dio la noche allá. Yo hice unos tallarines con huevo para dejar listo, para que comieran los más chicos, y nos fuimos los más grandes a ayudar. Sacamos el último camión de allá con cosas para traer al colegio, y ahí nos vinimos en el último camión, trabajamos todo el día, embarrados hasta acá" (mostrando con la mano su rodilla).

Las personas damnificadas estuvieron en albergues durante un tiempo y, tras algunas situaciones transitorias, fueron ubicadas en la Villa Cerro 18 de Lo Barnechea. Ahí, con esfuerzo, comenzaron una nueva vida.

Imágenes, videos y documentos

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