Lo estamos pasando muy bien
¿Existe alguna fórmula mejor para pasar un rato agradable, que juntarse entre amigos o parientes? Salvo excepciones, pareciera que no. En esta colección hay una serie de testimonios que lo confirman.
¿Existe alguna fórmula mejor para pasar un rato agradable, que juntarse entre amigos o parientes? Salvo excepciones, pareciera que no. En esta colección hay una serie de testimonios que lo confirman.
Una buena conversación o un encuentro entre amigos es, con seguridad, una de las fuentes de diversión más clásicas, simples y enriquecedoras que puede haber. Y aunque es indiscutible que el paso del tiempo ha hecho variar las costumbres y ha modificado la forma en que armamos nuestras fiestas, convidamos a nuestros amigos o agasajamos a nuestros familiares, hay algo que se mantiene invariable, y que resiste los años: el que juntos lo pasamos mejor, ya sea en la tranquilidad de una tarde apacible, o bien con el ritmo de los discos en un malón bailable que se mantiene en pie hasta que surgen los primeros rayos del sol de amanecida.
En el archivo documental de Memorias del Siglo XX encontramos imágenes y testimonios que describen las características de estas celebraciones o "malones" décadas atrás.
Si las vemos con los ojos actuales, los cambios en las fiestas son evidentes -desde la forma de convocar a los invitados hasta el lugar donde se realiza el ágape- y muchas veces pareciera que el giro ha sido radical. Si ayer fue el living de la casa familiar, hoy prevalecen el pub, la discoteca o, simplemente, la calle; si antes los padres se mimetizaban entre los invitados, hoy la separación entre familia y amigos es más notoria, casi inviolable.
Hasta la denominación era distinta, "antiguamente, uno le llamaba malones a las fiestas que había, no como ahora que se dice vamos a carretear", relata Leonor Vargas de Valparaíso.
Carlos Heufemann, quien ha vivido en Río Bueno casi toda su vida, recuerda que durante las celebraciones era frecuente que estuvieran "los dueños de casa, los abuelos a veces, ahí mismo en la fiesta, ahí se instalaban porque para ellos era una diversión también".
¿Y cómo se carreteaba en el campo?
Ruby Hornig recuerda que en Casma, un sector rural cercano a Frutillar, vivió otros malones "que eran un poquito diferentes, porque el dueño de casa no sabía que iba a llegar visita. Se comunicaba uno con el hijo mayor y le decía vamos a hacer una fiesta en tu casa (...) La sorpresa era cuando los papás se habían ido a la cama, llegaban las visitas y el afán era sacarlos a bailar en calzoncillos o como los pillaran, en pijama, en bata de dormir o lo que sea".
Amén de que todo empezaba más temprano, las convocatorias eran mucho más formales, con tarjetas de una formalidad que rozaba una flema casi británica. Así, Silvia Rojas invita a sus amigas "a unas onces para mañana a las 4 PM", o Leonardo Abalos, quien respeta la etiqueta, pero adereza la citación con un dejo de coquetería, solicitando la compañía de las "simpáticas amigas Cortés a un cocktail que se efectuará el domingo a las 17 horas".
La colección que acá presentamos contiene imágenes que permiten hacerse una idea de la forma en que antes se departía, además de un video que cuenta en qué consistían los legendarios "malones".